20 de agosto de 2011

Castle: Introducción a la Teoría sobre Desactivación de Bombas Radioactivas

Hace tiempo que quería presentar a Castle en el blog, pero como también me había comprometido a terminar bien el ciclo y que para ello limitaría las actualizaciones en las últimas semanas del semestre hasta que saliese de vacaciones, esto tuvo que esperar así como muchas otras cosas más que ya iré publicando. Castle es otra serie en inglés que empecé hace ya casi dos meses (si es que calculo bien), cuenta actualmente con tres temporadas terminadas y la próxima se estrena en setiembre, eso es en exactamente treinta días (cosa que no tenía planeado comentar, pero me resultó curioso el número cuando lo revisé). Va de un escritor bromista que cuenta con tres características que lo hacen un compañero potencial: tiene contactos, puede plantear conspiraciones de la CIA como si de relatos "había una vez" se tratase, y dado el género al que se dedica (misterio/policiales) tiene un amplio conocimiento sobre asesinatos; así como también de la detective más genial del universo, con un doloroso pasado (como es costumbre) y que si en algo es buena es en en su trabajo. O bueno, en otras retorcidas cosas más también, pero ella es muy reservada, no lo admitiría. La idea es que, pese a un par de detalles que me incomodan, la historia de ambos personajes me ha encantado y dado muchos momentos felices durante estás últimas semanas. En serio, a quién le importan los exámenes finales cuando puedes ver a este par en acción.

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Han sido más de cuarenta capítulos los que he recorrido. Comentarios sobre los del primer episodio hay en exceso, la mayoría resumidos como sinopsis que le pegan bien a páginas como la Wikipedia o de introducción en alguna web de videos online. Al ser todos los casos uno distinto del otro, haciendo énfasis en la diferencia entre Dexter, el cual recoge un arco principal desde el principio, la serie guarda mayor similitud con House. El desarrollo de los personajes sí existe y se da conforme se resuelven los misterios y sus lazos se hacen más fuertes. En adición, de vez en cuando se agrega un capítulo más intenso que el resto u otro que toque el pasado de la protagonista para refrescar el interés del espectador. Esto es más por regla que por necesidad, ya que la historia bien podría mantenerse con los chistes de Richard y los cortes de Kate, pero basta con esperar algo más para que la serie abofetee a cualquiera que la juzgue mal. Para terminar el párrafo, no planeo extender un análisis general y superficial, sino que al igual que con los ocasionales reviews de anime, me dedicaré a redactar mis impresiones de los episodios más violentos con los que me tope. Regla del blog: lo que me guste, llame la atención, impresione estará aquí. Y Castle cumple con eso.

Inserte aquí una línea apropiada para un salto hasta los capítulos dieciséis y diecisiete de la tercera temporada.

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No es la primera vez que se opta por un inicio que no respeta la secuencialidad, sino que muestra unas escenas de la mitad del relato y luego hace un retroceso indicando la cantidad de tiempo antes de que suceda el evento. La experiencia previa incrementa las expectativas, ya que la totalidad de los casos empezados de manera similar fueron excelentes. Además, joder, dar inicio al capítulo con un aislamiento radioactivo es algo que impresiona por sí solo, es una invitación a poner pausa unos minutos, preparar palomitas y luego regresar y ser asquerosamente feliz. La resolución del misterio parte de un punto divergente, esto es, manejado de dos planos distintos, el primero que es el correcto y el otro el que nos quieren hacer creer.

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La introducción de una bomba sucia en el caso del asesinato de un taxista inmigrante lleva a la comisaría a caer en la jurisdicción de Mark Fallon, agente de seguridad nacional con técnicas de interrogación a nivel sólo comparado con la Becket dominada por la ira en los misterios que involucran a su madre. Desconfiado por defecto, más que curiosidad por sus razones para ser así, me empecé a preguntar por qué para detener a un asesino serial se contaba con todo un equipo futurista del FBI y para evitar un atentado terrorista no se movieron de la pizarra acrílica de toda la vida. Aún así, sólo hay dos razones para que alguien como Fallon ponga tanto énfasis en su trabajo, hay demasiado peso sobre sus hombros, o tiene un pasado oscuro también (y bueno, puede que hayan más motivos, pero ya). Sin embargo, aquello que el capitán llama "gajes del oficio", es decir, la desconfianza absoluta del agente, sumado a cualquiera de las dos causas antes mencionadas, es lo que justamente le ciega y le impide ver más opciones. Su preocupación excesiva le permite acaparar cualquier opción evidente, controlando información, no dando espacio para que nada se filtre, se le escape; pero entonces tiene que venir alguien y enseñarle lo que está claro, no todo es evidente, no importa qué tanto control uno inflija sobre los que tiene alrededor, al final sólo se está verificando lo superficial a la espera de que algún detalle contenido en esos puntos superficiales arroje algún resultado. Esto no es así y el escritor y Kate lo saben.

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Nadie puede cuestionar la decisión de Fallon de excluir al par, las características del caso, eso es, lo crítico del mismo, exigía algo como eso. Nuevamente, el desobedecer a un superior les da la oportunidad de toparse cara a cara (por segunda vez) con el dispositivo que todo el mundo está buscando, mientras que el equipo a cargo del agente de seguridad termina cayendo en el señuelo. Las consecuencias, no obstante, son graves, pero es que también bordearon la estupidez: "hey, escondámonos en esa congeladora de puerta de acero que sólo se abre por fuera". Lo que sí es cierto es que los niveles de respeto que le tiene Castle a la detective están a un nivel increíble, porque como lo menciona todo el mundo, pese a que parezcan una pareja de verdad, no lo son, y desde el final de la segunda temporada donde la llama sobrecargada por esa tensión que sólo el trabajo brinda terminase apagada por la idiotez de Rich, no es que no se haya recargado lo suficiente para empezar algo en una situación normal, pero, digo yo, en su posición, vida o muerte, atrapados allí dentro, ¿en ningún momento se les ocurrió siquiera darse un beso? O es que me estoy saltando alguna ley físico-química que sólo se presenta a bajas temperaturas. O es que la seguridad o la retorcida convicción de que saldrían con vida de allí y que el hacer eso sería como negarlo les impidió algo más, o es que esto es absurdamente platónico con tendencia a lo incorrecto.

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La resolución se encuentra más cerca luego de que los dos sean encontrados al límite de la muerte por hipotermia, ya que, aclarada la situación, Fallon finalmente escucha las ideas de Castle: el atentado no es ejecutado por los inmigrantes, sino que por una facción extremista estadounidense amargada. Aunque la mayoría de extremistas son amargados por definición, claro. Con el tiempo en contra en el contexto de la serie, y saltándome yo el stuff correspondiente al acontecimiento del 11-S, el cual estoy seguro no requiere explicaciones para saber la marca que dejó en los habitantes de ese país, el agente de seguridad vuelve a llevar el interrogatorio al límite aunque sin éxito. Los argumentos del terrorista no son vacíos. La indignación surgida del trato despectivo por parte del gobierno hacia aquellos hombres arrastrados a la guerra es comprensible, pero hay maneras y no maneras de transmitir ese sentimiento. Por ello, quizá poniendo un ejemplo en menor escala, es posible que a uno le disguste el trato preferencial que una x persona tenga con otra y no con uno mismo, pero no por ello se le va a asesinar. Se tiene la libertad de protestar, siendo ésta una práctica válida para llamar la atención y esperar una respuesta, pero saltar al otro extremo es injustificable, por principios, valor y por ética. Una persona que decida detonar una bomba sucia no es alguien a quien se pueda convencer de no hacerlo. No es alguien que busca desahogar sus lamentos, o vengarse de algo y terminar con ello esa página de su vida, sino que marca con ese hecho el inicio del siguiente capítulo. Fallon no tiene posibilidad, por mucho que presione, eso está mucho más lejos de su motivación (incidencia en el 11-S), y más allá de la determinación por parte del militar apátrida.

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Al final todo sale bien gracias tanto a la información facilitada por el tipo con inmunidad diplomática de quien ahora no recuerdo su nombre, como al —quién sabe por qué sabía de eso— conveniente conocimiento de Castle sobre rutas de taxistas y arreglos en la zona. Se consigue dar con la furgoneta que contiene la bomba y salvar al mundo (bueno, no) gracias a una mezcla de ingenio que tiene su origen en la estupidez del protagonista (simpleza de mente, para clarar). Además, estoy seguro que es la primera vez que alguien detiene un conteo en el segundo cero, y queda como reflexión el tiempo que tarda enviar imágenes a través de redes móviles.

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Si bien es cierto al inicio mencioné que estos dos episodios van en dos planos, el que Fallon procuraba perseguir antes de que encuentren a Castle y Becket en la congeladora, eso es, el de los inmigrantes terroristas; y el real, el de los militares amargados; hay uno adicional, aquel que junto al trauma de Kate y al todavía nada revelado pasado del escritor, se exprime día tras día: la relación del dúo protagónico. Se empieza a sentir algo de consideración por Castle, hay algo que empieza a inclinar la balanza hacia su lado, tal vez es el ya no verlo rodeado de tantas mujeres, o quizá el hecho de que de alguna manera se percibe cómo ha evolucionado el lente con el que observa a la detective, la decepción que me provocó como espectador cuando, con el peor timing del universo, eligió a su ex mujer que a una por poco sincera Kate empieza a quedar de lado. Quién sabe, para un happy end entre Ross y Rachel se esperó diez temporadas, nadie puede ser tan lento.