8 de octubre de 2011

Ikoku Meiro no Croiseé: Y Yune fue conocida por todos

Ellos podrían haber continuado descubriendo lo que estaba a su alrededor, sin inconvenientes, sin complicaciones, sin forjar lazos arriesgados, sin lágrimas. No obstante, llega un punto en el que es imposible continuar conviviendo y/o conociéndose sin enterarse de los detalles internos del otro. Se puede retrasar todo lo que se quiera el inevitable evento, por temor, orgullo, ser reservado, falta de confianza o algún trauma rebuscado, pero el momento va a llegar. Nunca puede ser tan malo lo que se tiene dentro, y si lo es, siempre habrá alguien que pueda cargar con ello, no hay por qué contenerse todo el tiempo —ni tampoco soltar todo tan pronto—, es sólo una cuestión de perspectiva, no se trata de una desastroza escena en la que todo se arruina, sino la ocasión justa para avanzar. Desde luego, las razones van a estar allí, en el caso de Claude, la inseguridad de confiarle sus penas a otra persona, o el miedo de perder a alguien que podría convertirse en especial —sobre todo lo de perder—, es lo que genera esa aura retorcida de los últimos episodios en Ikoku Meiro no Croiseé. No importa, Yune, queriendo y sin querer, se las arregla para atravesar todo ello y dar pie al final feliz de este curioso slice of life en París.

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Es raro porque esperaba algo distinto como final. Sobre todo por la introducción que sugería que algo grande iba a pasar y que todos iban a conocer a Yune, pero aparentemente esto hacía referencia únicamente al efecto del paso del tiempo, de tal manera que la pequeña ya no es una desconocida, sino que es una persona muy querida por las personas de la galería. La historia es agradable y calmada, muy pero muy calmada. El humor es grácil, algunos gestos son memorables y se agradece muchísimo la presencia de alguien del tipo de Alice, que pese a que pueda resultar algo molesta, su hiperactividad pega muy bien. Es eso pues, lamentablemente la serie  no llega a sugerir nada para el futuro, no como esperanza de una siguiente temporada, sino en el sentido de alguna resolución sobre el pasado de la protagonista con su hermana, de la relación entre Claude y Camille, o del cómo continuaría su estadía en Francia. Supongo que esto no es necesario porque nada extraordinario está preparado, sólo lo normal, con ello, no es que una conclusión vaya a surgir de los ejemplos planteados, sino que lo que se pintó en los doce episodios, es lo que hay, no más, no menos, personas aprendiendo del pasado, creciendo en el presente y preocupándose por lo que viene.

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Yune es kawaii y odié que me preocuparan llevándola al techo.