1 de noviembre de 2011

Chihayafuru: Ahora, la flor se abre

Esa tarde llovía fuerte. Y no es que la lluvia sea tan mala, es sólo que a nadie le gustaría pescar un resfriado. Aquel día, una vez que se encontró refugio en la casa del callado compañero de escuela, en lugar de la recurrente escena de galletitas con leche y la sesión de videojuegos, una intensa discusión acerca del sueño de cada quién tomaría lugar en aquella habitación. —¡Mi sueño es ver a mi hermana convertirse en la mejor modelo de Japón! —dijo Chihaya. —No puedes llamarle a eso un sueño. Tu sueño debe ser sobre ti misma —replicó seriamente Arata. —Y tú, ¿tienes un sueño propio?— se defendió la chica. La respuesta que el chico de lentes transmitiría sería mucho más impactante de lo que hubiese siquiera imaginado. Para Chihaya vendría a ser una lección de vida, un descubrimiento, una nueva forma de ver la vida. —¿Sí sabes cómo jugar karuta?— preguntó Wataya. Y, entonces, le enseñaría.

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Chihaya ha vivido —si no es precipitado— toda su vida viendo a su hermana brillar. Como modelo, que por definición es un ente que los demás toman como ejemplo, en este caso en función a la belleza, persona que destaca y llama la atención de los demás, Chitose consiguió acaparar la admiración de la pequeña. La forma como la menor de las Ayase observaba a su onee-san revela la pureza de su corazón. Mientras que en muchas otras historias de hermanos, la rivalidad entre ellos es notable, eso es que siempre se enfrentan a la comparación y a la presión de tener que conseguir alcanzar o incluso superar a esa persona con la que comparten el cariño de los padres, haciendo que la fascinación, pese a no ser inexistente, sea menos limpia; en el caso de Chihaya no es así. Ella está fascinada por su hermana, se alegra por ella con sinceridad y en ningún momento pretende compararse con ella ni superarla. Esta condición de impecabilidad en su actuar continuará vigente aún cuando las razones por la falta de competitividad en su corazón se aclaren —la carencia de un sueño propio— y también se bastará para explicar los motivos por los cuales se puso del lado de Arata aún cuando apenas le conocía.

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Que los niños son crueles es de conocimiento popular. Claro que no lo hacen con maldad, sino que es o bien porque imitan algo retorcido, siguen alguna orden maliciosa o no tienen idea de que lo que están haciendo es malo. Lo más común en la primaria es discriminar por cualquier cosa que haga diferentes a unos de otros, sea porque uno usa lentes, se es obeso, pequeño, alto, blanco, negro, rico, pobre, etcétera, y sea una discriminación positiva o negativa, al final se cae en ello porque en realidad es lo más natural del mundo. Eso no le quita lo cruel. Se supone que existen reglas sociales, principios que se deben inculcar, normas de convivencia, maneras de comportarse y de tratar a los demás con el objetivo de tener un excelente clima en el ambiente en el que se está. Estos puntos suelen tardar en aprenderse más de lo que deberían. En medio del caos que el desconocimiento de estos elementos supone, la existencia de un pacifista o integrador es esencial. En realidad, más que con un afán de justicia meditada, el actuar de Chihaya es por defecto, es su propia forma de ser apoyada en su escala de valores la que la mueve a hablar sin pensar y simplemente decir que le parece mal lo que le hacen a Arata. No piensa ni por un segundo ni en el rebote que eso pueda significar, ni en las razones por las que a los demás les parece divertido burlarse de alguien, ni mucho menos en el cómo exterioriza su pensamiento, eso es, en lo agresiva que resulta al mencionar ello directamente, sólo lo exclama. Ésa es la pureza de corazón de Chihaya, aquella que le permitiría acercarse al en ese entonces niño, el cual le retribuiría su apoyo mucho más pronto de lo que pensaba.

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Es especialmente destacable la escena del juego porque es la acción que tiene como consecuencia a la Ayase del presente, aquella "hermosa en vano" que da inicio al flashback. El descubrir el significado de los sueños y de la pasión es algo que con el tiempo se da, algunos tardan menos, otros más, pero al final, siempre se presenta como una explosión. De todas maneras, el ver cómo tipos de la edad de los personajes del recuerdo llegan a revelar aquel misterio es cuestionable —sobre todo cuando se acaba de terminar HanaIro—, pero se supone que para algunos es posible. Wataya quiere ser un maestro de karuta, el mejor de Japón, eso es, en un juego tan rebuscado, el mejor del mundo. La magia está en que el chico se limita a ponerlo en palabras sólo como conclusión, algo así como "quiero ser el mejor del mundo, te lo repito sólo por si con el juego no te quedó claro, digo". O bueno, no exactamente, pero el mensaje empezó a transmitirse incluso mucho antes de que empezase la partida. La ansiedad al ver que Chihaya conocía sobre el juego, la emoción al recopilar todos los materiales necesarios, la firmeza de su mirada, la concentración entre los poemas que escuchaba e identificaba, la seriedad total con la que se tomaba aquello que se supone sólo es un juego. Toda esa pasión alcanzó a la pequeña Ayase, aquella que sólo se había dedicado a observar a su hermana, sin ninguna razón para buscar resaltar ella misma, ahora podía detenerse y apreciar al diferencia entre observar y tener un sueño propio, y lo más genial de todo ello, conservando su sinceridad.

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Recuerdo haber elegido a Chihayafuru debido a la retorcida mezcla de géneros que anunciaba presentar, eso es, comedia, romance y juegos; sin embargo, la agradable sorpresa ha sido estrellarme de lleno contra otro anime sobre sueños, metas y pasiones. A un nivel personal —como el uso de la primera persona en este párrafo sugiere—, puedo admitir que la intensidad de Wataya-kun me alcanzó también. El duelo que tuvo contra Chihaya fue la forma más certera de hacerse entender. Nada planeado, la verdad, es evidente que su intención era sólo comentarle su ambición de ser un maestro de karuta, pero al final el resultado tuvo otro grado de profundidad. Uno bastante interesante. Por último, tanto los celos de Taichi, como el logro de  la pequeña Ayase al conseguir una carta frente a Arata quedarán pendientes. Pues eso.