8 de septiembre de 2010

¡RINSHAN KAIHÔ!

El camino hacia la pizza que nunca conseguimos estuvo lleno de albur, sarcasmo, bromas, estupideces y, sobre todo, frases exclamativas. Muchas frases exclamativas. Lo curioso es que nunca me dieron ganas de no seguir caminando. De hecho, cuando alguien sugirió subir a El Metropolitano, exigí que, efectivamente, continuemos a pie. Pero eso fue después de detenernos a comer un par de postres y unos cuantos panes con jamonada (de hecho, en mi mochila todavía quedan algunos). Y sí, terminamos subiendo al bus.

Y sí, era gratis.

Saki - Ver desde 0:00 hasta 1:20

Por otro lado, Akagi se ha robado mi alma. Es más, yo le dije "llévatela". Han sido cuatro capítulos repletos de suspenso, juegos mentales y mahjong, juego que, desde que vi Saki, me ha dado algunos otros objetivo en mi vida: conseguirme esas fichas con símbolos raros, enseñarle a jugar a mis primos, grabar una de las partidas y agregarle los efectos visuales necesarios para que se vea como eso de más arriba. ¡Yakuman!

Akagi es distinto. El parecido con Kaiji es notable (ya sé que son del mismo autor), desde la animación, el uso del narrador y los ángulos de cámara (¿cámara?, lol); hasta el clima, el tema de las conspiraciones y las ganas del autor de mostrarnos ese oculto y retorcido mundo en el que se juega por algo más que diez céntimos la ronda. Que entienda las reglas a medias (a pesar de que me he leído el reglamento oficial del riichi mahjong como veinte veces, hay varios puntos que se me escapan todavía. Me gusta pensar que es debido a que nunca he tenido un juego real y no a una deficiencia mental asociada a mis genes), eso no consigue que la serie pierda su encanto. Cada capítulo ha sido delicioso.


Y recién empieza.