1 de septiembre de 2011

Kaiji - Hakairoku Hen: Simbolismo y Probabilidad

Normalmente escucho los opening o los ending de las series sobre las que estoy escribiendo, pero en el caso de Kaiji eso se me complica un poquito. Como sea, es bueno saber que conserva el mismo toque que en la primera temporada incluso en eso. Luego de patear a Ootsuki con algo de su propia medicina, con lo que el protagonista daba a entender que la lección que Hyoudou le había dado estaba aprendida, la oportunidad de salir de las profundidades —literalmente— se presenta y, no cabía la menor duda, tenía que ser a lo grande. Al salir del confinamiento, el desafortunado personaje no sólo carga con su propia esperanza, sino que, en una decisión que traspasa los límites de la confianza, Miyoshi y compañía le brindan todo el dinero con el que cuentan para darle más tiempo a su salvador del momento de encontrar una alternativa para el escape definitivo. Hay que resaltar que, dadas las circunstancias, la acción aparentemente noble de los tipos bordea la estupidez, ya que hay una línea que muy pocas veces se cruza, la de encomendarle la vida alguien más que a uno mismo; y, como repito, dadas las circunstancias, eso es lo que justamente hicieron.

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Ya en el capítulo veinte, los eventos están al límite. Dejando de lado la brillantez del plan ejecutado y la manera como se desarrolló, es necesario subrayar la batalla que Kaiji e Ichijou están llevando en un plano más allá de lo real, rozando aquel aspecto que tanto me desagrada tocar: lo simbólico. Y es que a la hora de dar inicio a la apuesta en una máquina de azar, sea cual sea el truco que se haya usado, si éste no te asegura un cien por ciento de éxito, entonces todo se reduce a la probabilidad positiva (o a favor) también conocida como suerte. Entonces, no importa qué tanto uno se tensione, no interesa qué tan fijamente uno observe el cómo las fichas de juego —en este caso las bolas— se van yendo una tras otra, no influye en absolutamente nada los pensamientos que atraviesen por la cabeza de una u otra persona en ese momento, la probabilidad está dada, y por regla general, se reinicia en cada iteración. No creo que ni Kaiji ni su rival de turno no sean conscientes de este punto, así que la razón por la que se encuentran sumidos en sus reflexiones es por su misma desesperación, la desesperación de saber que sólo uno va a salir victorioso de allí y que las consecuencias no serán mínimas.

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El combate simbólico parte del hecho de conocer las aspiraciones de Ichijou y contrastarlas con los deseos del personaje principal. Si es que se nos diese la oportunidad de elegir a uno de los dos contrincantes de manera justa, uno entraría en conflicto. Esto sucede ya que la imagen que se tiene de Itou es la de un ludópata perdedor, un tipo que no supo defender sus derechos en un principio, alguien que no pudo esforzarse cuando todavía tenía la oportunidad y que cuando finalmente consiguió ver una luz de esperanza, se las ingenió para autosepultarse con violencia —y perder una oreja en el proceso—. Ichijou, por otra parte, es un joven prometedor, alguien quien se ha esforzado por ser alguien en la vida, por que su existencia tenga un alto valor, una persona que ha realizado una serie de sacrificios por ascender en un mundo tan sucio y oscuro como el que plantea este anime —y que siempre se procura contrastar con la realidad—. Viéndolo de esta manera, por qué siquiera detenerse a meditar sobre quién es la escoria y quién se merece la oportunidad aquí. Vamos, que está clarísimo.

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Sin embargo, Kaiji y Seiya no son muy distintos. Kaiji es una persona que espera a último momento para sacar a relucir sus habilidades más sorprendentes, es noble y justo por esto y por tener la mala suerte de estar rodeado de la gente incorrecta que se aprovechó de ello es que está donde está; ha crecido, es inteligente, y carga sobre sus hombros la esperanza no sólo de él, sino la de sus compañeros. Ichijou, en cambio, por dentro es un ser horrible, acusa a Kaiji de ser un apostador descontrolado cuando justamente él se apartó del camino derecho de la vida ordinaria y decidió involucrarse con comunidades como las que Hyoudou lidera. Si ésa no es una apuesta arriesgadísima, qué lo es. De los dos, quien eligió el camino que recorre en este momento es el bien vestido administrador del casino. Él realizó esa elección en su vida y, al igual que Kaiji tiene que lidiar con su posición por sus errores, Ichijou se merece recibir el mismo azote por su propia decisión.

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No hay bueno, no hay malo, es sólo una cuestión de probabilidad. La batalla simbólica ya ha llegado a su límite, no hay que dejarse cegar, los resultados hasta este momento no tienen nada que ver con las voluntades de los dos sujetos, sino que todo lo determina la suerte en función al mejor plan elaborado. O la estrategia ofensiva de Kaiji le dará la felicidad máxima, o la defensa masiva de Ichijou se las arreglará para resistir hasta el ataque más irracional. Pero vamos, que no tiene nada que ver con ideas, sino con hechos.