Nazo no Kanojo X tiene que ver con la saliva. Su intercambio, su sabor y sus efectos. Como todo lo que tenga que ver con saliva y otros fetiches, suena horrible, pero no lo es tanto en realidad. Se trata más bien de una historia de amor que empieza junto con el descubrimiento de una debilidad del protagonista, un síndrome de abstinencia cuyo agente es cuestionable, un vínculo entre un chico y una chica ampliamente condenable. Con el aire de tolerancia necesario —y hay que tenerlo por obligación—, se puede considerar a este retorcido elemento recurrente como el responsable del crecimiento de los sentimientos de Tsubaki-kun, además del fuerte lazo metafórico —en la mente de los conservadores— y literal —porque es de lo que va en serio— que les permitirá caminar de la mano; la acción inicial del joven no es sino el equivalente a la mirada furtiva que enamora, o al evento llamativo del que hablaba Keima —kaminomi— cuando apoyaba a Chihiro, es reprochable por la manera descarada con la que distorsiona algunos principios o protocolos tácitos sociales, pero, aún sin retirar la connotación sexual, no va más allá de un primer paso.
La escena final destruyó mi mente. ¿Era imprescindible? ¿LO ERA?
